Zuleyka Rivera es más que una cara bonita y un cuerpo perfecto –la boricua es la representación fiel de una mujer del siglo XXI, de esas guerreras que no temen luchar contra el mundo por el bien de su hijo. En esta entrevista, la ex Miss Universo te cuenta más de su vida de mamá y la magia de llevar varios sombreros a la vez.
Creo que el ser humano tiene que estar en constante movimiento, uno no puede quedarse siempre en el mismo lugar. Lo que debes mantener a lo largo de tu vida es una buena alimentación. Tu rutina de belleza cambia, es distinta a los 20, a los 30, a los 40, pero una dieta sana, saludable y balanceada es clave.
Ya cuando empiezas a hacer cambios positivos en tu alimentación, te transformas de adentro hacia afuera y se refleja, obviamente, en tu físico, en tu comportamiento, en tu manera de sentir, de reaccionar, en tu energía. En cuanto al maquillaje, el rímel y el lápiz labial son esenciales. Yo me enfoco en mis rasgos fuertes que son las cejas, las pestañas y la boca y ahí ya tengo mi look diario.
Él que diga que no hay tiempo, es que simplemente no quiere hacerlo. El éxito está en organizarse, tener una agenda, saber qué es lo que vas a hacer de antemano, cómo lo harás, distribuir bien tú tiempo. Es maravilloso tener un balance en la vida y ver que puedes ser una gran mujer, una gran profesional y una gran madre. Eso me completa como persona y me hace ser feliz. Me hace sentir útil en todas mis facetas.
De mi mamá he aprendido a ser fuerte, a ser tolerante, a ser organizada. Mi mamá es una mujer que siempre está haciendo planes a largo plazo y eso me ha ayudado en mi carrera a no desperdiciar lo que he adquirido a través de los años. Le agradezco que me haya entregado ese legado, además de ser trabajadora y madre a la vez. Ese balance lo vi desde pequeña, ella era la base de la casa. Cuando mami se iba a trabajar, siempre me ponía su uniforme, sus tacones, su perfume y me miraba en el espejo… Yo quería ser profesional, yo quería ser ella.
De mi hijo, a volver a ser inocente. Es una belleza. Uno va creciendo y la vida te va poniendo obstáculos y situaciones y pierdes esa inocencia. Justo lo veo cuando le doy su baño de burbujas y él es un niño solo, no tiene hermanos, y crea sus propias historias, con sus superhéroes, su creatividad, que yo digo que a veces perdemos la esencia de ser niños y nos ahogamos en el ajetreo del día a día, pendientes a que no nos hagan daño, a que no nos traicionen. Perdemos la sensibilidad y la humanidad que solamente los niños tienen.
Ser madre es la mayor bendición de la vida y es la mayor felicidad, de verdad que sí, después de ahí no hay alegría más arriba… Aunque también puede ser la mayor tristeza. Explicarlo es complicado porque no quieres que nada le pase, se caiga o lo golpeen, lo maltraten… Provoca mantenerlos en una burbuja. Pero no es así. Como madre toca aprender, y lo he vivido yo como hija. Mis padres han sufrido tanto o más que yo mis caídas y obstáculos. Yo creo que tengo que pasar por ese proceso de aceptación de que él tiene que crecer, tiene que madurar y tengo que estar allí para cuando más me necesite.
Antes de convertirme en mamá, yo decía que iba a ser muy estricta, muy disciplinada pero ya cuando tienes esa criaturita en las manos, el corazón se vuelve mantequilla. Uno trata, porque de verdad quieres que sea un hombre de bien, que sea educado, agradecido, y haces lo que tienes que hacer pero a veces gana la Zuleyka consentidora. Tampoco que te vean como un militar, exigente todo el tiempo. Tienes que ser amorosa. Conseguir ese perfecto balance sin que ellos se confundan, no es fácil.
A mi hijo le diría lo que a mí me ha ayudado muchísimo –que independientemente de las circunstancias, sea bueno o sea malo, no todo en la vida dura para siempre. Cualquier situación va a cambiar en un momento dado y lo más importante es que sea feliz, sin tener que hacerle daños a terceros. Sacar de los momentos difíciles lo positivo.
En cinco años, hablando de mi carrera, espero haber cumplido muchos de mis sueños, que por más fantasiosos que parezcan, yo siento que con mucho esfuerzo, con mucho sacrificio, con mucha disciplina y con las personas correctas, voy a poder alcanzarlos. Estoy en un punto en mi vida donde he aprendido a ser feliz conmigo misma, con lo que tengo y con lo que soy.
Ya no vivo con la ilusión de esperar por un príncipe azul. Al contrario, tengo la más grande bendición que es ser madre y con eso estoy más que feliz, contenta de ser la profesional, la hermana, la hija, la amiga… esa parte ya la entendí. No estoy en la búsqueda ni en la espera.