Mujer, modelo, empresaria, actriz… Maritza Rodríguez, para muchos, podrá ser la “villana” de las novelas. Pero en esencia, la colombiana es un ser espiritual capaz de darlo todo por sus hijos y por su familia. La mamá primeriza de Akiba y Yehuda, te adentra a su nueva rutina y te da las claves para vivir a plenitud. Sin duda, una de esas personas que ve el vaso “medio lleno” por donde quiera que pase.
Mi “rutina” como tal, empezó luego de dos meses de haber tenido a mis niños. Fue cesárea, así que el médico me recomendó no hacer ningún tipo de actividad, e igual yo no me sentía muy bien. Empecé poco a poco, sólo cardio por 45 minutos. La alimentación la cambié después de esos dos meses, cuando ya dejé de lactar. Una vez que ya no me salió leche, sí comencé una dieta muy estricta, variándola cada dos semanas. Vegetales, proteínas, comer cada tres horas para acelerar el metabolismo porque luego del embarazo se vuelve muy lento. Ya después pude incorporar pesas y hacer ejercicios más bruscos. Prácticamente pasé nueve meses sin actividad porque tuve un embarazo muy difícil, en términos de que vomitaba todo el tiempo, con sueño… Me tocaba estar en la casa.
Ahora que están más grandecitos si me he aplicado a mi rutina, a medida que los niños me dejan. Uno no duerme mucho y eso es tan importante. Entonces hay días que la energía no es la misma para hacer ejercicios. Pero la dieta no la abandono para nada. Me ha tocado ir al ritmo de los bebés. Yo me cuido para ellos, aunque recuperar el peso sí era una de mis prioridades.
Cuando estás corta de tiempo que de verdad, verdad, no puedes hacer ejercicios, lo que funciona es vigilar la alimentación. De hecho cuando quieres ver un gran cambio, siempre debes empezar por tu dieta. Eso y comer cada tres horas, evitar los lácteos, tomar muchísima agua. ¡También usar fajas! Al usarlas por un período, día y noche, te prometo que ves resultados. A mí me ha servido bastante.
Mis cremitas y productos de belleza nunca faltan. Me fascina usar SK-II, una marca japonesa, y siempre me aplico mascarillas y lociones en la mañana y en la noche. Limpiezas faciales, cuando tengo el chance. A veces aprovecho que mi suegra y mi cuñada están aquí para salir corriendo a hacerme mis tratamientos como debe ser, para terminar de recuperarme. La clave es la paciencia. Como mujer ya quieres empezar a hacer tus cosas pero obviamente hay momentos con los niños que no quiero perderme.
El cuento de los perfumes lo he tenido que parar. Con los bebés, no me pongo nada de olor. En el día a día sí prefiero estar arreglada. Utilizo mi protector solar (aunque no vaya a salir) y quizás rímel o brillo de labios. Pero diciéndote la verdad, en mi casa casi siempre estoy sin maquillaje. Creo que en los primeros meses de dar a luz eso no es lo primordial. Como quien dice, ¡me la paso al natural! Lo que sí me he propuesto es volver un poco a lo que soy yo –cambiar el color de pelo, en fin.
Definitivamente, soy una madre espiritual. Me he preparado mucho para eso y cada minuto que pasamos juntos, tengo presente la espiritualidad. El que seas o no figura pública, lo difícil o difícil de criar a un hijo va a depender de tu conciencia, en qué punto del camino estás. Te confieso que ser mamá no me ha complicado la vida, ¡al contrario! Ha sido divertido porque en este momento no se trata de mí, se trata de ellos. Estoy en función para sus necesidades, el darle lo mejor. Lo único que sale de mí es dar –no es lo que yo quiero, como yo soy, lo que busco… No.
No me tocó, por ejemplo, hacer una telenovela a la par de criarlos. Me lo imagino y debe ser difícil, aún más para los niños. Lo importante es dejarles saber que estás ahí, que no tienen que extrañarte porque mamá siempre va a regresar. La conexión con tu hijo tiene que ser a otro nivel. Ya que habrá momentos en los que debes ausentarte. Yo espero que la dinámica entre mis dos niños y yo la alimentemos de esa manera para que el día de mañana, no se sienta un vacío.
Cuando haces las cosas pensando en los demás, la frustración no llega. Si todo lo que haces es con amor, se siente diferente. No te centres en ti, céntrate en tus niños, en tu familia y verás que el peso es más liviano. Si Dios te manda hijos, en mí caso que fueron dos, es porque Él sabe que yo tengo la capacidad de mantener todo en balance –un hogar en armonía, una relación de pareja, una carrera, la crianza de tus hijos—. Si me dio hijos no es para quitarme mi profesión, si me quita la profesión no es para darme hijos. Lo que uno como mujer debe hacer es simplemente conectar y compartir.
Cuando sales de ti misma, de pensar sólo en ti, el panorama cambia. Todo lo ves más fácil. La idea es ser feliz con cada nuevo episodio que pasa. ¡Imagínate! Si no, es un caos o una tortura pensando en lo que ya fue. Pinta el cuadro de otra manera, no permitas que nada te arrebate la oportunidad de vivir feliz. Mira, yo en cinco o diez años tengo la certeza absoluta de que voy a estar bien en todos los aspectos. ¿Cómo? No sé. Eso ya Dios lo dirá. Pero si me preguntas, yo me veo en cinco minutos, cinco horas, cinco días… Igual de dichosa y plena que ahora. Me veo triunfadora como mujer y como madre.
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