El actor Miguel Varoni es una de las figuras más importantes de la actuación. Pero su alma y su corazón están centrados en sus otros grandes amores: su esposa Catherine Siachoque y su madre, Teresa Gutiérrez, quien partió hace cinco años. En nuestro especial del mes de las madres, Miguel habla del legado tan hermoso que recibió de su mamá y cómo ella fue el pilar de su matrimonio.
La relación con mi madre fue pasando por etapas. De niño era distinto. Después cuando entré en la adolescencia se volvió un poco más difícil porque tenía mis complejos, entré en esa edad… Y ya al dejar la tontería de la juventud nos hicimos muy buenos amigos. Los dos terminamos siendo un gran equipo. Obviamente con la llegada de Catherine a nuestras vidas todo cambió. Catherine y mi mamá hicieron clic apenas se conocieron, fue un amor total desde el primer día. Diría que mi relación con Cathy hizo que los últimos años de vida de mi madre fueran maravillosos.
Mi mamá era una tremenda actriz. Estoy agradecido con Dios y con la vida porque tuvo la posibilidad de trabajar hasta un poquito antes de morir. Creo que ese mismo afán por trabajar, de mantenerse ocupada con sus proyectos y tener que ir a grabar, le brindó la fuerza para vivir unos años más. Siento que su carrera, su dedicación, su amor por la profesión, su necesidad y ganas de hacerlo le abrió las puertas para hacer lo que siempre quiso. Ella me dejó mucho. Sobre todo en el tema de la profesión, con lo que yo hago, con mi trabajo. Lo que yo creo sobre la actuación, sobre la disciplina que uno debe tener. Son cosas que se va aprendiendo con el tiempo pero que yo en lo personal mantengo. Ese profesionalismo, esa dedicación y seriedad en lo hago viene de lo que ella fue.
Los consejos que me dio mi mamá fueron más un ejemplo de vida que otra cosa. De verla a ella en todos los aspectos. Su mayor legado fue su amor hacia mi esposa. A final de cuentas, creo que sin pensarlo naturalmente le salió. Ella me dejó una línea de amor con mi esposa muy importante que no sólo está relacionada con la pareja o el matrimonio como tal. Si no de agradecimiento, de los momentos que me dio la posibilidad de vivir con las dos. Eso para mí es imborrable. El mejor recuerdo, el más lindo, que mantendré en mi memoria para siempre fue lo que pasé con Cathy y con mi madre mientras estuvimos juntos.
Cathy me ayudó a cumplir uno de mis más grandes sueños, que era darle a mi madre una vida muy sabrosa, que disfrutara y que conociera lo que no pudo hacer cuando joven, porque ella quedó viuda muy pronto y tuvo que trabajar mucho para sacarnos adelante. Le regalamos la alegría de ver el mundo y yo tuve la suerte de encontrar a mi esposa y de que ella me ayudara a darle a mi mamá ese sueño, de ir a Paris, a Nueva York, a Las Vegas… La viajamos por todos lados.
Ambas eran muy buenas amigas. Eran cómplices. Imagínate que al segundo día de conocerse me di cuenta que quien que sobraba era yo. A mi mamá le gustaba caminar de vez en cuando pero sí tenía su silla de ruedas, así que alternaba. Y cuando ella estaba en la silla, Cathy la empujaba a toda velocidad. Andando por Central Park, en Nueva York, mi mamá en risas y ella empujándola también a carcajadas… Se divertían mucho, mucho, mucho.
Llevo 18 años con ella y la verdad estoy tan o más enamorado de Cathy que cuando la conocí. No tengo como agradecerle a Dios las vivencias que hemos tenido juntos, de estar con ella, de amarla. También gracias a mi mamá porque el inicio fue con ella… Fue nuestro pilar. Mi madre tuvo mucho que ver en toda la construcción de nosotros como pareja. Todo lo que paso allí, al principio con mi esposa, con mi madre, con la familia de Cathy, fue muy importante y es una de las razones por las que hoy en día estamos felices.
De mi mamá extraño mucho su sentido del humor. Pero también tengo que reconocer que al final hubo un viaje que sí recuerdo muchísimo, cuando fuimos a Paris a recibir el año 2008. En ese viaje ella estaba muy muy bien tenía mucha energía, estaba muy divertida, fuerte… Fue inolvidable. Los dos años siguientes ya se estaba achancando un poco, ya ella estaba cansada, no tenía el mismo ritmo de antes, ya no aguantaba la silla. Se volvió un tema diferente todo.
En mi caso siento que mi Dios fue bondadoso al dármela como me la dio. Ella vivió delicioso, disfrutó mucho y creo que se la llevó en el momento que se la tenía que llevar. Yo en lo personal estoy muy agradecido con mi papito lindo, mi Diosito hermoso, porque aunque al principio fue duro el golpe (mi mamá estaba en Colombia y yo en Miami) a medida que pasó el tiempo entendí que así tuvo que ser.
Hubiera sido muy triste ver a mi mamá en un crematorio, por ejemplo. Fue una situación difícil. Mi mamá era una mujer con un carácter muy fuerte y jamás quiso que pasáramos por algo así. Dios que se la llevó en el momento que era, en el momento perfecto que nos ahorró poder verla mal. Yo entiendo que para muchos hijos el tema es complejo. En mi caso yo hice un luto que se demoró un tiempo pero al final, cuando lo entendí, lo que quedan son los momentos lindos, los recuerdos felices y sobre todo el agradecimiento con Dios por haberme dado la posibilidad de disfrutarla, y con mi esposa, por haberme dejado cumplir el sueño que siempre imaginaba para mi madre.