Lourdes Stephen anunció su embarazo (¡es niño!) y ahora sí se puede decir que uno de sus sueños más anhelados se ha cumplido. La dominicana, quien ha visto crecer a las hijas de su esposo, está lista para vivir de primera mano la experiencia de ser madre… Por supuesto, con toda la fuerza y el carisma que despide.
Admito que tengo excelente profesionales que trabajan conmigo y me ayudan a verme bien en pantalla, ¡eso te lo aseguro! –risas—Franz Muñoz es mi mano derecha; es tan amable que a veces me alivia la tarea de escoger el vestuario, los accesorios… Básicamente, en mi rutina de belleza lo importante es lavarme la cara antes de ir a dormir por más cansada que esté, ¡no puedes acostarte con la pintura tapándote los poros! Y claro, usar una buena crema que te proteja contra el sol. Son las dos cosas que a mí nunca me fallan.
No me hago tratamientos extraños en el cabello. Tengo la bendición que ha aguantado todos estos años de tintes y rayitos. Ahora sí trato de ser un poquito más responsable con él; por ejemplo, cortarme las puntas cada dos meses o dármele forma más o menos, pero uso un champú y acondicionador normal.
Yo no soy de las personas que hace ejercicios todos los días. Tengo un entrenador que nos ayuda a mi esposo y a mí; pero Michael es más disciplinado. A veces yo entro y a veces no. Cuando tengo que viajar, se me complica aún más la rutina. Eso sí, el entrenador controla nuestras porciones de comida de lunes a viernes… Pero los fines de semana ¡ahí es que no nos para nadie! Nos damos el gustazo de comer dulces, mofongo con salchichón, chocolates… ¡Mis favoritos! También estoy tratando tomar bastante agua.
Cuando tenía como 18 años, mami me decía: ‘Mira Lourdita, ya tienes que ponerte crema en la cara’. Yo le contestaba: ‘¡Mami, yo me veo muy bien!’ –‘No, pero eso alcanza, eso alcanza a uno, empieza desde ya para que esa cara siempre se te vea preciosa’, me respondía. Ay, ¡nunca fui metódica con ese tipo de cosas!
Hablando en serio, mi mamá me aconsejaba a siempre luchar por los sueños, siempre tratar de no dejarse tumbar por nada; por más obstáculos que uno tenga siempre existe la oportunidad de mejorar y de seguir adelante. Fíjate, uno de mis grandes sueños era estudiar periodismo, hacer una maestría fuera del país, en los Estados Unidos, en una de las mejores escuelas aquí y aunque parecía lo más lejos, lo más inalcanzable, mami fue una de las primeras que me apoyó. Le debo ese deseo de nunca dejarse caer y luchar a pesar de todo.
No me gusta la palabra madrastra, pero es la realidad, ¡es lo que hay! Yo creo que la madrastra le debemos la mala reputación a la Cenicienta –risas— Nada, ya son muchos años conociendo a las hijas de Michael. Ya tienen 24 y 17 años, bien encaminadas, una estudia medicina y la otra farmacia. He tratado de ser una amiga. Ambas me ven una manera distinta por su diferencia de edad. La menor me ve más como su segunda mamá, más que amiga, y la grande más como amiga que como segunda mamá.
El rol esposa de su padre o el esposo de su madre es interesante porque podemos estar en su vida, podemos estar en su crecimiento, siempre cuando los niños nos den esa oportunidad. Ambas me han enriquecido de una forma muy bonita. La clave en este tipo de situación –cuando tu pareja tiene hijos— es entender que no es algo negativo. Es erróneo pensarlo así.
En lo personal, esas niñas han traído tanta alegría en mi vida y han dejado mucho más que si no hubieran estado presente. Son una bendición. Lo más importante es el respeto que haya entre padre, madre e hijos. Apoyar también a la ex pareja de tu pareja es esencial. Cuando sus hijas me conocieron a mí, esa misma semana conocieron a la pareja de su mamá. Eso las ayudó a entender que simplemente sus padres eran felices con otras personas. Uno tiene que aportar a la relación entre padre e hijo en vez de restar, respetar el cariño, respetar el amor que hay entre ellos, eso es crucial.
Pienso que voy a ser una mamá consentidora, que malcría a sus muchachos y van a hacer conmigo lo que les dé la gana –risas— pero por otro lado, me veo como la estricta de la casa ¡y el papá va a ser el que dice que sí a todo! No nacemos con el manual de ser madres, se va aprendiendo en la marcha. Será un balance para guiarlos con educación, ética y disciplina y, al mismo tiempo, llenarlos de amor como yo crecí. Tuve una niñez muy hermosa y me encantaría que mi bebé también pase por eso.